El pastor Luis E. Llanes
Ministerio
Internacional Luz y Verdad
Contenidos
• 1. Introducción
• 2. La naturaleza de la salvación
• 3. La justificación
• 4. La regeneración
• 5. La Santificación
• 6. El aspecto humano en la salvación
• 7. El tiempo de la salvación
• 8. Seguridad y cuidado de la salvación
Para poder entender
la doctrina de la salvación es necesario que traslademos nuestras mentes al
Antiguo Testamento, descorramos las cortinas del Libro de Éxodo, y levantemos
nuestra mirada hacia Egipto. Es especialmente en Egipto donde se encuentra la
clave para entender la naturaleza de la salvación y, entonces, poder forjarnos
el concepto correcto de lo que es ella.
Contemplemos a un
pueblo esclavo, sufrido, maltratado, humillado, destinado a muerte. Un pueblo
que en medio de su desesperación clama por liberación, levanta la vista a su
Dios. Contemplemos, por la otra parte, a un Dios que oye el clamor, que ve la
opresión y envía un salvador para libertar a su pueblo. (Éxodo 1-3).
Posteriormente, en las diferentes etapas de la vida de Israel, en medio de la
opresión del enemigo, coartados de su libertad, afligidos y maltratados, Dios
envía salvadores que salven a su pueblo de la esclavitud y sus
consecuencias.
Tres palabras que
rescatamos de todo ese quehacer son: esclavitud, salvador y liberación, las que
nos dan la clave para lo que Jesucristo habría de hacer posteriormente a favor
del hombre esclavo y oprimido por el yugo opresor de Satanás. Es ese contexto circunstancial
lo que nos brinda los elementos para entender, primero, qué cosa es salvación
desde el punto de vista de Dios y, segundo, el por qué de la necesidad de un
salvador.
Teniendo en mente
este pensamiento dominante extraído de hechos típicos del Antiguo Testamento,
debemos antes que nada definir el concepto teológico de salvación. Hace años
cayó en mis manos un pequeño folleto que exponía el plan de salvación y justo
decía lo siguiente: “Salvación es la emancipación del pecado con su consecuencias
presentes y futuras”. Emancipar es liberar.
En el acto de la
salvación Dios, liberta al pecador del yugo opresor del pecado. El pecado ha
provocado la ruina espiritual, moral, física y material del hombre y separación
de Dios, pero en el acto de la salvación los efectos son anulados, el hombre es
restaurado a su posición original y Dios le provee la seguridad de un destino
glorioso.
La necesidad de un
salvador se produce primeramente por la condición espiritual del hombre. El
mismo Pablo lo revela cuando dice: “Y él os dio vida cuando estabais
muertos en delitos y pecados” (Efesios 2:1). “Por cuanto todos
pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:21).
Isaías lo dice en otras palabras: “Vuestras iniquidades han hecho
separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar
de vosotros su rostro para no oír”(Isaías 59:2 y ss). Segundo por la
incapacidad del hombre para proveerse a sí mismo un medio de salvación.
Entonces la iniciativa tiene que tomarla Dios, haciendo provisión de ese
salvador. “Qué recompensa dará el hombre por su alma” (Mateo
16:26) Véase también Salmo 49:6-8; Juan 3:16; 4:10; Romanos 6:23; 8:32: Efesios
2:8). “Él vino a buscar y salvar lo que se había perdido”.
Jesucristo estaba
consciente de la naturaleza de su obra cuando dijo: "El Espíritu
del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar
libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los
oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19), “Y
conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:32), “Si
el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36), “Y
libertados del pecado vinisteis a ser siervos de justicia” (Rom.
6:18) “Más ahora habéis sido libertados del pecado, y hechos siervos de
Dios...” (Romanos 8:22) y se nos exhorta diciendo: “Estad,
pues, firmes con la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gálatas
5:1).
Para concluir este aspecto
ratificamos lña definición anónima que citamos anteriormente:
"LA SALVACIÓN ES LA EMANCIPACIPACIÓN
DEL PECADO PRESENTE Y DE SUS CONSECUENCIAS
FUTURAS"
LA SALVACIÓN ES UN PRODUCTO...
¿Qué es justificación?
Justificación es un acto de la libre gracia de Dios por medio de
la cual Dios nos extiende “un certificado de absolución” declarándonos
inocentes”. Dios nos declara legalmente justos.
La justificación es imputada al hombre pecador sobre las bases de
la obra consumada por Cristo quien ha sido hecho “justicia de Dios” a favor del
hombre, cuando en la cruz Jesús murió en sustitución de éste. Es imputada porque no la merecemos. “Mas por él estáis vosotros en
Cristo Jesús, el cual ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención.....” (1
Corintios 1:30). No hay méritos en nosotros, porque nuestros pecados nos
condenan irremisiblemente delante del Dios de justicia, pero en Cristo, el
hombre pecador recibe por la fe perdón y liberación del pecado.
1.
Las condiciones
para la justificación.
En sus momentos más críticos y confrontado con la justicia de Dios, Job hizo
una pregunta crucial para todo hombre: "¿Y
cómo se justificará el hombre con Dios?"David se hace eco de esta
verdad, cuando en el Salmo 143:2 nos dice: “No
entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de tí ningún
ser humano”. Para responder a estas inquietudes la Biblia nos revela las
formas estipuladas por Dios para llegar a esa condición delante de Dios:
a. La fe.
Al hombre pecador lo que se le pide es CREER. La fe es la llave que Dios
le ha dado al hombre para abrir la puerta de la gracia; no hay ni imitaciones
ni sustitutos.
“Justificados pues por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo” (Romanos 3:23).
“Más, al que no obra, sino cree en aquél
que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5).
Véanse además: Romanos 1:16; 10:4: 10:9; Hebreos 1:6; Efesios1:13; 2 Corintios
4:12; Juan 3:18; 3:36.
b. La gracia.
Sin la manifestación de la gracia de Dios al hombre les sería completamente
imposible llegar, por mucho que se esfuerce, para lograr su salvación. Por eso
dice que"la gracia de Dios se manifestó a todos los hombres para
salvación...” (Tito 2:11).
“Siendo justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es
en Cristo Jesús”, a quién puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre, para manifestar su justicia...” (Romanos 3:24 y 25).
“Para que justificados por su gracia , viniésemos a ser herederos conforme a
la esperanza de la vida eterna”. (Tito 3:7)
Véanse también Romanos 5:21; Efesios 2:5 y 8; Tito 2:11.
c. La sangre.
La sangre de Jesús juega un papel importante en el acto de la justificación, ya
que es la única capaz de remover el pecado que separa al hombre de Dios. Para
esto Jesús tenía que morir en lugar del hombre, para que en lugar del hombre su
sangre fuese derramada, “porque sin derramamiento de sangre no se hace
remisión” (Hebreos 9:22).
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre , por él seremos
salvos de la ira...” (Romanos 5:9)
“La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
“Sabiendo que fuisteis rescatados...., no cosas corruptibles como oro plata,
sino con la sangre preciosa de Jesucristo , como de un cordero sin mancha ni
contaminación...” (1 Pedro 1:8-9).
Véanse Efesios 1:7; Colosenses 1:20; 1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5.
2. La fuente de la justificación.
La gracia es de Dios, y proviene de
Dios. Pablo dice que “Dios es el que justifica...” (Rom.
8:33). “La gracia de Dios se manifestó para salvación...” (Tito
2:11). Al hombre se le manda a apropiarse de la gracia, cubrirse con la gracia
que Dios le brinda para hacer efectiva su salvación. La gracia de Dios se
manifiesta ofreciendo gratuitamente el don de la salvación en Cristo al hombre,
pero también se manifiesta capacitando al hombre, predisponiéndolo para creer.
Pablo catalogó a los gálatas de “caídos de la gracia” porque quisieron
sustituir el único medio de salvación por sus propios medios. A través de la
historia y comenzando desde nuestros primeros padres, pasando por Caín y hasta
nuestros día el hombre sin Dios ha rechazado los medios de gracia ofrecidos por
Dios para su justificación, sustituyéndolos por sus propios medios de justicia
propia. El resultado ha sido permanencia en la condición de caídos.
Mientras que la
justificación tiene que ver con un cambio de posición, la regeneración tiene
que ver con un cambio de condición. Mientras que la justificación es de
carácter externo, la regeneración es de carácter interno. Mientras que la
justificación tiene que ver con el cambio en la condición legal ante Dios, la
regeneración tiene que ver con un cambio espiritual y moral delante de Dios. El
hombre necesita ser justificado porque es culpable ante Dios, necesita ser
regenerado porque se ha corrompido delante de Dios.
La regeneración es el “cambio” y/o “transformación” de la
naturaleza humana. Se conoce también como “nuevo nacimiento” porque da inicio
para comenzar una nueva vida con Dios. La palabra regenerar quiere decir
“volver a generar”.
El hombre degenerado es regenerado. Al hombre muerto en pecado
se le imparte vida.
Para entender la naturaleza de la regeneración es necesario
apelar a las figuras que se utilizan para representarla:
1. Un nuevo nacimiento.
Jesús se dirigió a Nicodemo con las siguientes palabras: “De cierto, de cierto te digo que
el que no naciere del agua y del Espíritu no puede ver el reino de Dios”(Juan
3:5), “No te maravilles
de que te dije: Os es necesario nacer otra vez” (Juan 3: 7).
Estas palabras plantean algunas premisas:
a. El nuevo nacimiento o regeneración implica el
corte de relación con la vida antigua (1 Pedro 1:17-18; Efesios 4:22-32; 2
Corintios 5:17; Romanos 12:2).
b. El nuevo nacimiento implica el comienzo de una
nueva vida( Romanos 6:4; 2 Corintios 5:17).
c. El nuevo nacimiento implica el comienzo de la
participación de la vida del reino. (Juan 3:5).
d. El nuevo nacimiento nos coloca en posición de
hijos de Dios. Somos nacidos del Espíritu y es el Espíritu el que nos da
testimonio de que somos hijos de Dios (Juan 1:11-13; Romanos 8:15-16).
e) El nuevo nacimiento nos coloca en una
nueva relación con el Padre. Heb. 12:1-11.
2. Una resurrección.
“Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba y no las del tierra,.... porque habéis muerto y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios...”(Colosenses 3:1-3 ).
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo,
a fin de que como Cristo resucitó de los muertos, nosotros andemos en
novedad de vida" (Romanos 6:4).
Tanto el nuevo nacimiento como la resurrección llevan
implícitos el mismo pensamiento del comienzo de una nueva vida. Esa vida
es impartida por Cristo: “en
él estaba la vida...” (Juan 1:4); “Yo
he venido para que tengáis vida y vida en abundancia” (Juan 10:10. Véanse también:
Juan 3:36; 5:24; 10:28, etc.), y hecha efectiva por el Espíritu Santo
(Juan 6:63).
3. Un lavamiento.
“Nos salvó, no por obras
de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por
el lavamiento de la renovación en el Espíritu el cual derramó en nosotros
abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tito
3:5-6).
El agua es símbolo tanto del Espíritu Santo como de la
Palabra escrita por su capacidad limpiadora y purificadora. Se hace referencia
también al poder limpiador de la sangre de Cristo, porque “la sangre de Jesucristo Su
Hijo nos limpia de todo pecado” (1
Juan 1:9).
¿Qué relación tiene la REGENERACIÓN con la SANTIFICACIÓN?
La regeneración tiene que ver con la parte subjetiva de la
salvación mientras que la santificación tiene que ver con la objetiva. La
regeneración tiene que ver con el inicio de la vida de santidad, la
santificación con la continuidad de esta vida. La regeneración es la planta, la
santificación es los frutos. La regeneración es como la criatura que nace, la
santificación es su desarrollo y crecimiento. La regeneración provee la materia
prima, la santificación la elabora. La regeneración es la fuente de la luz, la
santificación la lámpara que la proyecta.
Definición de santificación.
La santificación es una obra directa del Espíritu Santo que
perfecciona la vida espiritual del creyente a partir del nuevo nacimiento.
Naturaleza dual de la santificación.
La santificación es tanto estática (un estado) como dinámica y
pefeccionable (un proceso).
1. La santificación es estática (un estado).
En este caso es instantánea.
Desde le momento que la persona cree, Dios la santifica. Lo convierte en un
santo. A pesar de sus imperfecciones, Dios lo trata como tal ya que al igual
que la justificación, la santificación es imputada por la fe (Hechos 26:18; 1
Pedro 1:16; Hebreos 12:14;1 Tesalonicenses 5:23; Véase 2 Corintios 1:1; Efesios
1:1; Filipenses 1:1; Gálatas 1:2).
Cuando analizamos el uso de la palabra “santo” en el Antiguo
Testamento, nos damos cuenta que el acto
de santificar algo implicaba dos aspectos: por una parteapartar (Génesis 20:8; Levíticos 20:26; Éxodo
40:9; Números 6:2; Levíticos 11:44: 25:10; 2 Crónicas 7:16; Hechos 13:2); y por
la otra parte dedicar (Éxodo
13:2; Levítico 27:14; Números 6:2; 1 Samuel 1:11; 1 Crónicas 23:13; 2 Crónicas
35:3).
Como un
acto de la soberanía de Dios (Éx.
20:12) , él santificaba con su presencia lugares (Éxodo 3:5); días (Génesis
2:3), personas (Jeremías 1:5).
Por la acción directa de sus siervos eran santificados objetos (2
Crónicas 29:19), artículos y personas (Éxodo 19:10; 19:23; 28:41).
Su pueblo y sus siervos se auto santificaban,
cuando se apartaban del pecado y se dedicaban al servicio de Dios y en
obediencia al mandato de Dios (Levíticos 11:44; Números 11:18; Joel 2:16).
2. La santificación es dinámica y perfeccionable (un proceso).
Se nos hace un llamado para buscarla (Romanos 1:7; 1 Corintios
1:2). Se nos exhorta a perfeccionarla (2 Corintios 7:1) y al santo se le
manda a que “se santifique todavía” (Apocalipsis 22:11).
En este aspecto se la compara con una casa en construcción: “Sed edificados como casa
espiritual y sacerdocio santo...” (1
Pedro 2:5), y para lograr esta meta se nos exhorta:
1o. “Desechando
toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y toda las detracciones" (1 Pedro 2:1).
2o. "Desead
como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación..." (1
Pedro 2:2).
3o. "... acercándoos a él” (1 Pedro 2:4).
En este proceso se apela a la voluntad del creyente . En el
mismo cada uno ayuda a otro a su perfección, cooperando en este proceso Dios,
que santifica al creyente. O sea, que el dinamismo de la santificación
estriba en la acción del Espíritu de Dios en el creyente y la voluntad del
creyente sometida a la voluntad de Dios (Romanos 12:1; 6:13-19).
Otra palabra que la Biblia usa para revelar el aspecto dinámico
y progresivo de la santificación es perfección.
Esta palabra nos revela los dos aspectos de la santificación.
Como estado, Jesús dijo: “Sed, pues, perfectos, como mi
Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). El deseo
de Dios es nuestra perfección (2 Timoteo 3:17; Efesios 4:13: Santiago 1:4).
Pero a la vez nos muestra el
aspecto dinámico cuando
Pablo nos dice: “No que lo
haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si logro
asir aquello para lo cual fuí también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome hacia lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios. Así que todos los que somos perfectos,
esto mismo sintamos...” (Filipenses
3:12-15).
Tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo Testamento, el creyente es llamado “perfecto” a
pesar de sus imperfecciones (Génesis 6:9; Salmo 37:18; Proverbios 2:21; 11:20).
El asunto es que Dios nos considera perfectos, aún cuando nosotros no nos
sintamos que somos perfectos (Job 9:20; compare con Job 1:1 y 8), porque la
perfección es imputada por Dios, aunque perfeccionada en nosotros por la acción
de él con consentimiento nuestro. Pablo oraba “por la perfección” de los
corintios, aún cuando él los llama “santos” (1 Corintios 1:1). Dios espera que
los “perfectos” anden en el camino de la perfección (Salmo 101:2), y que en ese
camino alcancen la perfección (Hebreos 6:1).
Los medios de la santificación.
En la acción y proceso de la santificación intervienen un
conjunto de factores, elementos y personas que hacen real y efectiva la
experiencia de la salvación en el creyente.
1. El Espíritu Santo.
La obra el Espíritu se especializa en impartir y hacer parte del
hombre la naturaleza santa de Dios. El santifica porque él es santo. Él penetra
toda la naturaleza humana degenerada por el pecado, la regenera, la limpia, la
sana y la pone en condiciones de establecer contacto y comunión con el Santo
Dios (Tito 3:5; 2 Tesalonicenses 2:13). El resultado de la obra santificadora
del Espíritu es el fruto del Espíritu (Gálatas 5:16-25), y una vida espiritual
de victoria permanente. (2 Corintios 2:14).
2. La Palabra.
Jesucristo dijo: “Santifícalos
en tu verdad, tu palabra es verdad” (Juan
17:17). La Palabra de Dios es tipificada con el lavacro del Tabernáculo que
contenía agua para limpieza o lavamiento del sacerdote antes de oficiar (Tito
3:5). La Palabra hace ver el pecado, la suciedad moral; descubre lo que hay en
lo íntimo del corazón, porque es “viva
y eficaz y más penetrante que espada de dos filos que penetra hasta partir el
alma, y el espíritu y las coyunturas y tuétanos y discierne los pensamientos y
las intenciones del corazón”,(Hebreos 4:12). Pero tiene poder sanador,
porque la Palabra es Espíritu y el Espíritu es el que la aplica al alma
produciendo los cambios regeneradores, transformadores, renovadores que el
hombre necesita (Salmo 107:20; Mateo 8:8; Marcos 16:20; Lucas 4:32-36; 5:5).
3. La sangre de Cristo.
El capítulo 9 de Hebreos nos da la clave para entender la
eficacia y el poder limpiador y santificador de la sangre de Cristo. La sangre
de los becerros y de los machos cabríos, que fue rociada sobre el libro de la
ley para confirmar el Pacto y limpiar el Tabernáculo y todos los vasos del
ministerio (vs. 19-20), era un vehículo de purificación y consagración de las
cosas santas. Esa sangre de los machos cabríos era típica del poder limpiador
(v. 22) y regenerador del pecado, ya que “sin derramamiento de sangre no hay
remisión” de pecados. Las figuras de las cosas celestiales fueron purificadas
con sangre de becerros, pero las misma cosas celestiales fueron purificadas con
la sangre del mismo Jesucristo que tiene poder permanente y efectivo para
llevar el pecado, y salvar a los que en él esperan. Esa es la sangre que “nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7) la que nos “ha lavado de todos nuestros
pecados” (Apocalipsis 1:5),
porque “Jesús, para santificar
al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta...” (Hebreos 13:13).
Aunque es verdad que la salvación es un acto inicial de Dios,
que Dios lo ha provisto todo para hacerla real en el hombre y como medio
objetivo de salvación el hombre no puede hacer provisión de nada, sin embargo
hay un aspecto subjetivo que involucra la mente y el corazón, que el hombre sí
tiene que hacer. La Biblia establece dos requerimientos por parte del hombre
para que este pueda alcanzar y recibir lo que ha sido hecho para él.
La salvación es algo tan valioso que las riquezas de este mundo
no alcanzan para comprarla: “De
qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? o ¿qué
recompensa dará el hombre por su alma” (Mateo
16:26). Sin embargo Dios lo hace posible al hombre el obtenerla a través de dos
elementos que están en él y que solo tiene que ponerlos en acción. Estos
elementos son: LA FE Y EL ARREPENTIMIENTO.
1. La fe como medio para alcanzar la salvación.
El Apóstol Pablo hizo algunas declaraciones contundentes que
eliminan cualquier otra posibilidad de apropiarse de la salvación. Él dijo: “Porque por gracia sois salvos, por
medio de la fe y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para
que nadie se gloríe”. (Efesios
4:8). Estas palabra establecen un medio, la fe, contraponiéndola contra las
obras. Dice: “No por obras”.
¿Por qué recalca inmediatamente la contrapartida? Por la
tendencia humana de apelar a su propia justicia para sustituirla por la
justicia de Dios. Nuestros primeros padres trataron de buscar cobertura humana,
cubriendo ellos su desnudez (Génesis 3:7), como símbolo de sus excusas por
haber pecado contra Dios. Caín trató de sustituir “el sacrificio cruento”
establecido por Dios” para el perdón, por una “ofrenda incruenta”, símbolo de
las formas falsas y humanas de adoración. Caín estableció el método de
adoración del culto a las obras de justicia humanas, pero Dios lo rechazó. Todo
el sistema adoracional que destituye la forma exclusiva que Dios ha dictaminado
para el hombre fue definido por Judas como “el camino de Caín” (Judas 11).
Pablo atacó severamente a aquellos que querían justificarse por
medio de las obras colocando bajo pecado a todo el mundo (Romanos 3:19-20 y 23)
para que se manifestase “la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen....siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención
que es en Cristo Jesús a quién Dios puso como propiciación por medio de la fe
en su sangre para manifestar su justicia....a fin de que él sea el justo, y el
que justifica al que es de la fe de Jesucristo (Romanos 3:21-26) “Pero al que obra, no se le cuenta
el salario como gracia, sino como deuda, más al que no obra pero cree en aquél
que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4-14; ver también
Romanos 10:5-13).
Cuando el hombre pecador es capaz de entender el amor
desinteresado y generoso de Dios y logra ejercer su fe en la provisión amplia
de Dios en el sacrificio de Jesucristo y se atreve a creer, no se dilata el
perdón y se hace efectiva su salvación. (Juan 3:116-17)
2. El arrepentimiento.
Son decenas y decenas de versículos en la palabra done se nos
habla acerca dela necesidad de un verdadero arrepentimiento para alcanzar
perdón. El mensaje de Juan el Bautista fue un mensaje de arrepentimiento. Jesús
comenzó su ministerio predicando y diciendo “arrepentios porque el reino de os
cielos se ha acercado” y los apóstoles retomaron el menaje de Jesús y
predicaron la necesidad del arrepentimiento para perdón de pecados. (Mateo 3:8;
3:11; 9:13; Marcos 1:4; Lucas 3:3; 3:8; 5:32; Hechos 5;31, etc.)
a. ¿Qué es arrepentimiento?
En su forma más sencilla es cambio
de actitud, volverse
del mal camino. Pero “el
arrepentimiento que es para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21) involucra algo mas que
un mero cambio de actitud. El
verdadero arrepentimiento bíblico involucra a toda la personalidad: mente,
afecto y voluntad son afectados produciendo “frutos dignos de arrepentimiento” (Mat. 3:8)
En una ocasión iba a hacer un viaje de San Rafael a Malargüe, en
la provincia de Mendoza (República Argentina). Había dos ómnibus estacionados.
Uno decía, Mendoza y otro Malargüe. Corrí al ómnibus. En el trayecto me
interceptó un pastor que en el saludo me hizo perder dos minutos, cuando volví
mi rostro, vi que uno de los ómnibus que salía. Entré rápidamente en él; tan
rápido que el mismo conductor ni se fijó en mi boleto. Me senté cómodamente y
comencé a contemplar el paisaje de la ciudad. El ómnibus debía doblar por la
avenida Ballofet para tomar la ruta a Malargüe y no lo hizo. Al darme cuenta me
intranquilicé un poco pensando que quizás, por alguna razón tomaría otra calle
paralela para salir a la ruta, pero saliendo de la ciudad, me inquieté tanto
que fui corriendo al chofer para preguntarle. Me contestó: “Señor, usted ha
tomado un ómnibus equivocado, este va a Mendoza”. Urgente le pedí que me dejara
ahí mismo y me bajé.
Este incidente me ilustró los mecanismos sicológicos que se
producen en un verdadero arrepentimiento. Creemos que vamos bien en el camino
de la vida. Cuando nos damos cuenta que vamos mal (análisis mental de la
situación), comenzamos a sentir cierto estado de intranquilidad (parte afectiva).
El constatar la realidad de nuestra equivocación nos hace tomar una decisión
(acción de la voluntad), y retornar a la situación original.
Para que haya un verdadero arrepentimiento, este tiene que ir
precedido de una información correcta en relación con la condición y situación
del pecador. Él no se da cuenta que va mal. Cree que esta y va bien. Por eso
Pablo nos exhorta diciendo: “Cómo
invocarán a aquél en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquél de quien no
han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique” (Romanos 10:14).
El rico en el infierno reconoció esto y le dijo a Abraham: “No, padre Abraham, pero si alguno
fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Más Abraham le dijo: Si no
oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguien se levantare
de entre los muertos” (Lucas
16:30). Antes de ascender al cielo, camino de Emaús, Jesús dijo a
aquellos discípulos: “Así
estaba escrito a así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los
muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas
24:46-47). La gran comisión es el motor impulsor para dar información del plan
de Dios: “Id...y predicad...” (Marcos 16:15).
b.
El fruto del arrepentimiento.
1)
Aspecto humano: confesión y restitución.
Confesión.-
El acto de la confesión es importantísimo dentro del proceso del
arrepentimiento.
La confesión es la capacidad que da Dios, en su gracia para con
el hombre, de poder expresarle a Él, el o los pecados cometidos. Para esto es
necesario revestirnos de toda sinceridad ya que el conoce la mente y el
corazón. Nada podemos tapar, no puede haber reservas, ni rezagos ocultos en el
corazón, porque “Dios escudriña la mente y el corazón”, el sabe y conoce, por
lo cual Él está dispuesto a oír, para PERDONAR. Otro aspecto en el acto de la
confesión es la disposición interna de no volver a pecar. Esto nos ayudará a
permanecer en la gracia y bendición de Dios. (Esd. 10:1; Prov. 28:13; 1 Juan
1:9).
Pero aquí se plantea una pregunta: ¿a quién confieso?. .-
Diremos, antes que nada, que todo pecado cometido es una ofensas contra Dios,
por lo cual, cualquier tipo de pecado que el hombre cometa, debe ir
directamente a Dios a confesarlo para recibir perdón. (Lev. 5:5; 2 Cron. 6:26;
1 Juan 1:9). Sin embargo Dios tiene en cuenta el pecado que cometemos contra
nuestro prójimo. El perdón de este tipo de pecado está acondicionado a la
capacidad que tengamos de pedir perdón y perdonar. Tenemos, pues, que arreglar,
primero, nuestras cuentas con el prójimo, antes de pedir y recibir perdón de
Dios. (Mat. 6:12 al 15; 18;21; Marc. 11:25; Luc. 6:37; Efe. 4:32; Col. 3:13; Sat.
5:15)
Restitución.-
Restituir es el acto de devolver lo que injustamente hemos quitado, adquirido.
Esta idea está incluida dentro del sistema de sacrificios del A. T. (Lev. 6).
No solo bastaba con arrepentirse, confesar y pedir perdón, era necesario devolver
lo encontrado y quintuplicado aquello que la persona había robado. Aquí estaban
incluidos los pecados morales, sociales, etc. Cuando Zaqueo el publicano tuvo
el encuentro con Jesús (Luc. 19:1-9) dijo: “He aquí la mitad de mis bienes doy
a los pobres y si en algo he defraudado a alguien lo devuelvo
cuadruplicado”.
2)
Aspecto divino: perdón de pecados y la conversión.
a) Perdón de pecados.
Dios es la fuente del perdón (Salmo 130:4). “Él es quien perdona
todas nuestras iniquidades” (Salmo 103:3). Los que recibieron perdón podía
testificar: “...y tú
perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo
32:5). En el Antiguo Testamento, Dios hizo provisión por medio de sacrificios
de animales “la expiación por
ellos, y obtuvieron perdón” (Levítico
4:20). Pero todos aquellos sacrificios no eran más que típicos del verdadero
sacrificio del cual manaría una fuente inagotable de perdón para el pecador: el
sacrificio expiatorio de Jesucristo. En casa de Cornelio, Pedro se levantó
testificando acerca de Jesucristo: “De
éste dan testimonio los profetas, que todos lo que en él creyeren, recibirán
perdón de pecados por su nombre” (Hechos
10:43). Pablo, ante los ancianos de Antioquia, testificó de Jesucristo
diciendo: “Sabed, pues, esto,
varones hermanos : que por medio de él (Cristo) se os anuncia perdón de pecados
y que de todo aquello de que por la Ley de Moisés no pudisteis ser
justificados, en él es justificado todo aquél que cree” (Hechos 13:38-39. Véanse además Hechos
26:18; Efesios 1:7; Colosenses 1:14).
Durante su ministerio público, hay una frase que sale
permanentemente de los labios de Jesucristo: “Hijo, tus pecados te son
perdonados”, “Ni yo te
condeno, vete y no peques más” (Mateo
9:2; Marcos 2:5; Lucas 5:20; Mateo 9:6; Marcos 2:10; Lucas 5:20). Sin embargo,
el perdón viene como resultado de un arrepentimiento verdadero y profundo.
Un aspecto importante relativo al perdón es la necesidad de
confesión sincera a Dios del pecado cometido. Mucho pudiéramos escribir al
respecto, pero creo que la experiencia de David, plasmada en el Salmo 51, es un
ejemplo sobresaliente de la necesidad de la confesión de nuestros pecados como
parte de un verdadero arrepentimiento que produce perdón amplio de parte de
Dios. Esto era un requisito en el Antiguo Testamento (Levítico 26:40; Números
5:7; Nehemías 9:2; Salmo 32:5). Juan nos dice elocuentemente: “Si confesamos nuestros pecados él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9. Véanse también Proverbios
28:13; Mateo 3:6; Hechos 19:18; Romanos 10:9).
3. Conversión.
La conversión es un acto de la voluntad humana. El aspecto
negativo es: “volverse de” (2 Reyes 17:13; Jeremías 26:3; Ezequiel 14:6); y el
aspecto positivo es “volverse a” (1 Samuel 7:3; Nehemías 1:9; Job 22:23; Isaías
55:7; Lamentaciones 5:21). Dios espera que el hombre se vuelva de su mal
camino, y se vuelva a él. Cuando el hombre se siente impotente para hacerlo,
puede buscar ayuda en Dios y decirle: “Vuélvenos,
oh Jehová,...y nos volveremos” (Lamentaciones
5:21). Esta vuelta se produce cuando el hombre arrepentido viene a Dios en
busca de perdón y salvación, entonces se hace real la conversión. El “volverse de” es el inicio,
“el volverse a” es la conversión propiamente dicha.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios exhorta al
hombre a que se convierta de su mal camino. Esta conversión produce, primero,
un cambio de condición (Lucas 1:17; Santiago 5:20). En
este sentido, la conversión es dejar de ser una cosa para ser otra (Hechos
2:20; Mateo 4:1319). En el orden moral y espiritual es convertirse de la maldad
para ser un santo (Hechos 3:26); dejar de adorar ídolos, para adorar al Dios
vivo (1 Tesalonicenses 1:9); la tristeza convertida en gozo (Juan 16:20). Se
describe como un cambio situación (Hechos 26:18; Efesios 5:8;), un traslado (2
Pedro 2:9 y 15; Colosenses 1:13).
“Arrepentios y convertios para que sean borrados vuestros
pecados...” (Hechos
3:19). Fueron las palabras de Pedro en el Pórtico de Salomón después de la
curación del cojo. Y fue el tenor del mensaje y enseñanza apostólica
constantemente (Hechos 3:26; 14:15; 26:18; 2 Corintios 3:16). El
arrepentimiento verdadero tiene necesariamente que producir conversión, de lo
contrario todo fue un formulismo externo, superficial, que dejó al pecador en
las mismas condiciones que antes.
LA
SALVACIÓN: ¿CUÁNDO?
¿Cuándo
es que somos salvos?, se han preguntado algunos. ¿Para cuando es la salvación?,
se preguntan otros. ¿Podemos saber hoy si somos salvos?, cuestionan terceros.
Hay tres opiniones en relación con el tiempo de la salvación:
1º.
Ya fuimos salvados en la eternidad. Dios nos eligió antes de la fundación del
mundo.
2º.
La salvación se obtiene hoy, en el momento que creemos.
3º.
No podemos saber si somos salvos hoy, la salvación la obtendremos en el futuro.
Cualquiera
de las tres posiciones que adoptemos, excluyendo radicalmente la otra es un
error. Es una verdad a medias. La Biblia nos revela y enseña de una forma clara
y sencilla lo tres aspectos que, interpretados debidamente no se excluyen, se
complementan. Analicemos cada uno.
1º.
Fuimos salvos sobre las bases de la elección de Dios.
·
La Biblia nos enseña que
el plan de salvación se gestó en la eternidad.
Jesucristo “nos
rescató de nuestra manera vana de vivir...con la sangre preciosa de Cristo como
de un cordero sin mancha ni contaminación ya destinado antes de la
fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por
amor a vosotros” (1 Pedro 1:19-20), “fue inmolado desde antes
desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8). Este
sacrifico se dio por hecho antes que fuera manifestado.
·
La Biblia nos enseña que fuimos elegidos
o predestinados antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4) .
Esta
elección previa la Biblia revela que fue hecha:
(1)
En Cristo (Efesios 1:4). Estábamos contenidos en él.
(2)
Por lo cual nuestros nombres fueron escritos en el libro de la vida
antes de la fundación del mundo.
(3)
Fuimos elegidos según la presciencia o preconocimiento de Dios (1 Pedro
1:2; Romanos 8:29)
(4)
Fuimos predestinados para ser adoptados hijos suyos (Efesios 1:5).
2º.
Somos salvados ahora sobre las bases de las promesas de Dios y de nuestra elección.
Aunque
Dios conocía de antemano quiénes iba a ser salvos desde
la eternidad, sin embargo nosotros hicimos posible la salvación en un momento
determinado del tiempo. La salvación es para HOY y HOY la hacemos posible
(Hebreos 3:7 y 13; 4:7; 2 Corintios 6:2; Lucas 19:9). Tanto Jesucristo como sus
apóstoles enseñaron que la salvación era una experiencia actual e instantánea:
la recibe instantáneamente el que cree (Juan 10:9; Hechos 2:21; Romanos 10:9;
Efesios 2:5-8; 2 Timoteo 1:9).
El
Señor Jesús habló de la realidad presente de la salvación de la siguiente
forma: “El que cree en el Hijo tiene vida
eterna” (Juan 3:36; 6:47); “El que cree al que me envió tiene vida
eterna” (Juan 5:24); “Yo he venido para que tengan vida y para
que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Pablo
se expresó de la siguiente forma sobre la realidad presente de la vida
eterna: “Y él os dio vida...cuando estabais muertos en pecados” (Efesios
2:1).
Juan
nos dice: “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida” (1 Juan
3:14); “Estas cosas os he escrito a vosotros los que creéis en el
nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan
5:13).
La
responsabilidad cae sobre nosotros. La decisión la tenemos que hacer nosotros y
está condicionada a si creemos, si lo recibimos, si lo aceptamos:eEl que cree,
el que le abre el corazón, el que le busca. “A todos lo que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios” (Juan 1:12).
El
Espíritu Santo no permite que estemos en la duda sobre la realidad de nuestra
salvación, “Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu
DE QUE SOMOS HIJOS DE DIOS” (Romanos 8:16) .
3º.
No somos salvos ahora. No podemos saberlo.
En
este grado de incertidumbre tal, viven muchos. Se dicen cristianos pero no
pueden dar fe de su salvación.
Esta
situación es altamente preocupante porque es indicio de no hacer nacido de
nuevo y sin el nuevo nacimiento es imposible ver el reino de Dios. Aunque
nuestra salvación ha de ser consumada en el futuro reino de Dios, sin embargo,
como ya hemos estudiado, la experiencia de la salvación es una experiencia real
del presente y quien no pueda dar fe de ella es que todavía está perdido.
Sin
embargo, el aspecto futuro de nuestra salvación es enseñado en la Biblia
también. La Biblia nos habla de ella como algo alcanzable en el futuro porque
su consumación está en dependencia de:
(a)
Nuestra perseverancia hasta el fin: “El que persevere hasta el fin será
salvo” (Mateo 10:22 y 24:13). Recordemos: nadie puede perseverar en
algo que no tiene.
(b)
Nuestra justificación presente es la base para nuestra salvación futura
(Romanos 5:9).
(c)
Jesús viene para salvar a los que esperan en él (Hebreos 9:28).
(d)
La salvación está acondicionada a la victoria de los creyentes en medio de sus
pruebas. (Apocalipsis 2:7; 2:11;2:17; 2:26; 3:5; 3:12; 3:21).
(e)
Nuestra salvación futura está acondicionada al cuidado que Dios tienen de sus
hijos. (1 Pedro 1:5).
Toda
esta verdad revelada en la Biblia nos prueba que fuimos, somos y seremos
salvos.
¿Como
se conjuga la voluntad de Dios con el libre albedrío del hombre para obrar la
salvación?
Es
un misterio de la gracia. “La voluntad de Dios es que todos los hombres
sean salvos”. Él lo ha provisto todo para que el hombre sea salvo. Pero es
el hombre tiene que creer. Dios puede presionar al hombre pero no lo obliga,
hace provisión al hombre de todos los elementos viables para que crea pero no
lo obliga; sin embargo, la promesa de Dios permanece firme: “PARA
QUE TODO AQUÉL QUE EN ÉL CREE NO SE PIERDA, MAS TENGA VIDA
ETERNA” (Juan 3:16).
1. La seguridad de la salvación.
“Por lo cual puede salvar perpetuamente, a los que por él, se
acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
“Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco y me siguen, y yo les
doy vía eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi
Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la
mano de mi Padre” (Juan
10:28-29).
Estas palabras son alentadoras para todo verdadero hijo de Dios
pero, a la vez, reveladoras de los mecanismos de la gracia para traer seguridad
a nuestros corazones. La seguridad del creyente estriba, en primer lugar, en el
ministerio sacerdotal de Jesucristo a favor de los suyos. Él vive intercediendo
por cada una de sus ovejas. A Pedro le dijo: “Simón,
Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos Pero yo he orado por tí
para que tu fe no falte” (Lucas
22:31,32). En su oración intercesora a favor de los suyos (Juan 17:15) el Señor
oró: “No te pido que los
quites del mundo, sino que lo guardes del mal”. En segundo lugar, por el
conocimiento eterno que él tiene de sus ovejas: él las conoció desde antes de
la fundación del mundo. Ese conocimiento lo pone en capacidad de dar la ayuda
adecuada y acertada a cada una de ellas, de tal forma que sus ovejas pueden “acercarse confiadamente al trono
de la gracia para hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16). En tercer
lugar, nuestra seguridad estriba en nuestra permanencia en el área de
protección de Dios: SUS MANOS. En “sus manos nadie nos arrebatará”, “no
pereceremos jamás”.
En algunos lugares existen lo que se llama “áreas de seguridad”.
En sus límites han carteles que dicen: "¡CUIDADO, PELIGRO!" La
permanencia en esa área es lo que nos asegura el resguardo del peligro. Dentro
de ella, no tenemos que temer, estamos seguros y sentimos que estamos seguros
(Hechos 27:31). ¡Pero cuántas veces alguno de los que estuvieron en el área de
seguridad TRASPASARON LOS LÍMITES! Todas las promesas de Dios están
condicionadas a nuestro libre albedrío (1 Timoteo 6:21; 2 Timoteo 2:18; 2 Pedro
2:21-22). Dios provee las condiciones pero nosotros tenemos la responsabilidad
de guardarlas. Dios no viola nuestra voluntad. Note, en los siguientes
versículos el “si” condicional y otras expresiones condicionales para nosotros:
“Dijo Jesús a los que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8:31;
“El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece; y yo le
resucitaré en el día postrero” (Léase completo: Juan 6:53:56). “Confirmando los
ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe ...”
(Hechos 14:22). “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios, la severidad
ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo si permaneces
en esa bondad, pues de otra manera tu también serás cortado y aún ellos, si no
permanecen en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para
volveros a injertar” (Romanos 11: 23. Véase además Colosenses 1:23; 1 Juan
2:28; 3:6).
2. El cuidado de nuestra salvación.
La salvación es un regalo de Dios y, como todo buen regalo, es
necesario guardarlo y cuidarlo. La Biblia nos exhorta, en primer lugar: “Por tanto, es necesario que con
mas diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1). “¿Cómo escaparemos nosotros, si
descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos
2:3). Todavía va mas allá cuando Pablo habla a los Filipenses: “Ocupaos de vuestra salvación con
temor y temblor” (Filipenses 2:12). Jesús nos exhorta diciendo: “He aquí yo vengo pronto; retén lo
que tiene para que nadie tome tu corona” (Apocalipsis
3:11). El Señor vuelve a advertir: “Al que venciere será vestido de
ropas blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida” (Apocalipsis 3:5); “Porque se levantarán falsos
Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera
que engañarán, si fuere posible, aún a los escogidos. Ya os lo he dicho antes”
(Mateo 24:21-25). Y amonesta: “Sé
fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
Toda esta enseñanza nos muestra que hay una parte que tenemos
que hacer nosotros para conservarnos en la gracia de Dios. Pedro nos aconseja: “Sed sobrios, y velad, porque
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
quien devorar, al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos
padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el
Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que
hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca
y establezca” (1 Pedro 5:8,9).
Tomado de: http://doctrinadelasalvacion.blogspot.com.ar/